Cuando canta ella bien, pero cuando baila la montaña...
Glosa a Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà (2023). Barcelona: Anagrama. 200 páginas
Empieza bien, cuando canta ella, pero acaba mal, cuando baila la montaña. Empieza bien porque Canto yo y la montaña baila abre con una cita de Gente independiente, de Halldór Laxness que fue un libro que influyó mucho a Rulfo. Por eso empieza bien y por eso decidí leerlo cuando me lo trajo como desiderata mi biblioteca pública. Pero justo hacia la mitad, perdí a Azarías, al Azarías de Delibes, al Azarías de Los santos inocentes, porque este libro de Irene Solà solo me recordaba al de la milana bonita que se orinaba en las manos para… yo que sé para qué se orinaba en las manos Azarías. Todo él me recordaba a ese ambiente rural y mágico que hay en la naturaleza más pura, en la naturaleza donde los árboles y los animales dominan y conjuran. A Pan también me recordó un poco Canto yo y la montaña baila, pero el Pan de Knut Hamsun. Otra vez porque la naturaleza es protagonista, y por los animales, y por los hombres (a veces despreciados por la narradora) y por Los girasoles ciegos también. Por los tiros que se escuchan y las vejaciones que se intuyen. Canto yo se compone de esa amalgama de recuerdos y ambientes que fueron leídos en otros libros.
Pero la obra me decepciona a partir de los dibujitos de la formación de un sinclinal. Justo a partir de ahí pienso que el relleno por estratos hasta alcanzar la página 190 es mucha pajita. No sé. Hay un desinflado del narrador, narradora en este caso. El «yo» se tergiversa a un «yo» un poco adolescente que me satura. Y empiezo un poco a leer en diagonal hasta el final.
De Canto yo y la montaña baila me quedo con las noventa primeras páginas donde he encontrado a, recopilo: Delibes, Hamsun y Méndez. ¿Mayor elogio? Imposible. A partir de ahí, huye.
Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà (2023). Barcelona: Anagrama. 200 páginas. [Enlace afiliado] [Ficha editorial]