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Hacerse el sueco para desaparecer de Grecia
Reseña a 'Un nuevo país al otro lado de mi ventana', de Theodor Kallifatides. Galaxia Gutenberg, 2023. Traduce del griego moderno Selma Ancira
HACERSE EL SUECO PARA DESAPARECER DE GRECIA
¡Desaparece, turco de mierda!, le gritó un sueco a Theodor Kallifatides (Molaloi, Grecia, 1938) nada más aterrizar en Suecia. Aunque él era griego y después, sueco, y pensaba que la nacionalidad a la que debía adscribirse un escritor debía ser la de la lengua en que escribía. Como griego, lo había hecho en sueco durante cincuenta años, y ahora, con casi ochenta y cinco, ha decidido napar su producción literaria escribiendo en griego moderno este colofón a su carrera: Un nuevo país al otro lado de mi ventana, que traduce Selma Ancira.
El libro gira y gira en torno a: ¿cómo deberíamos considerar a Theodor Kallifatides? ¿Escritor griego o escritor sueco? ¿En qué momento desapareció el escritor griego? ¿Extranjero, inmigrante, sueco de adopción, turco de mierda? De esto tratan las ciento veintiséis páginas de Un nuevo país, del descubrimiento y momento en el que Kallifatides desapareció como ciudadano griego. La cuestión que se plantea es si sucedió antes de emigrar con veintiséis años a Suecia, o fue después, cuando “su país le había dado muerte varias veces”. ¿Cuándo se hace el sueco para Grecia Kallifatides?
Para desentrañar este dilema Kallifatides recurrirá a un narrador autobiográfico, aunque no realizará una trapiellización de las notas que tiene por costumbre tomar de manera sistemática en sus cuadernos. Lo hace respetando el pacto de veracidad y de manera retrospectiva. Las páginas están salpicadas con reflexiones en torno a su aceptación como extranjero e inmigrante en Suecia. Para conseguirlo, combinará esas disquisiciones con algunos hechos y sucesos amargos, a veces desagradables; desde su infancia en Grecia hasta el enamoramiento de la que será su sueca, su mujer. Vivencias todas que contrapesan esa rara sensación de otredad que recorre la narración.
Kallifatides nos divierte cuando describe aquellos episodios de su infancia griega. Y lo hace con un sugerente tono intimista. Nos cuenta, por ejemplo, cómo él era un chico tranquilo y no sus hermanos, que eran como un bullebulle. Su abuela decía de ellos que pronto “comenzaron a enredarse con las bragas –griegas- del barrio”. También añade esa otra anécdota cargada de ternura donde se revela la angustia de quien, como griego, se siente extranjero en su país. Y lo ilustra con la soledad que inunda a un anciano de setenta años cuando llega al aeropuerto de Atenas y al que nadie echa cuentas. A lo que grita: “Me llamo Odiseo Spirópulos y vengo de Suecia”. O la de esa otra novia que abandona después de recibir su primera carta de amor porque estaba llena de errores. Se preguntaba que cómo lograría vivir con alguien que hablaba con tanto desatino, que decía tantas cosas equivocadas a las personas equivocadas en el momento equivocado. En realidad, estos sucesos son una forma de reforzar el pacto de veracidad que necesita cualquier forma autobiográfica. Esta lo es y, para desligarse de la autoficción y la novela autobiográfica, el Kallifatides de pasado griego responde a la vida real del Kallifatides y escritor sueco.
No obstante, este opúsculo traccionará sobre esa cuestión planteada al principio: ¿cómo es posible que tras la escritura de treinta libros en sueco se sienta un escritor extranjero en Suecia? Por eso clama, a pesar de que ya “arregló sus cuentas con el Todopoderoso antes de cumplir los diez”: “Dios mío, no hagas de mí un escritor extranjero en mi escritura”. Por eso dice: “cuando escribo me siento como un jinete torpe montado en un purasangre. Él hace la carrera y yo trato de mantenerme encima hasta llegar a la meta”.
Un texto profundo que revela cuáles fueron las intenciones del autor al escribirlo: conocer en qué se había convertido después de treinta y ocho años viviendo como extranjero en Suecia, aunque reconoce que “un país no es la antítesis del otro. Y básicamente el sujeto, yo, es el mismo”. Pero Kallifatides ya ha llegado a Ítaca. Encontró en un poblado del norte de Suecia una casa donde vivir. Fue la primera que había construido el primer médico de la zona. La bautizó Esparta y, desde entonces, cuando se asoma a sus ventanas, divisa una nueva patria. También siente una profunda tranquilidad. Después de haber estado obsesionado con construir una vida que no había vivido, solo una vida así parecería verdadera e inteligible.
Un nuevo país al otro lado de mi ventana, de Theodor Kallifatides (2023). Barcelona: Galaxia Gutenberg. 126 páginas. Traducción de Selma Ancira. Tiempo invertido en su lectura (con anotaciones): 2h 45’