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Los domingos, de Guillem Martínez
La estimulante línea de fuga elaborada a partir de un yo rebosante de periodismo
Quien despertó mi interés por Guillem Martínez fue Ignacio Echevarría en el prólogo de Trayecto. Un recorrido crítico por la reciente narrativa española. Escribía:
“Aparte de estos tres libros de crítica literaria (a los que cabría sumar La vida sexual de las palabras, de Julián Ríos), mi selección incluye reseñas de dos libros que solo fronterizamente se incorporan a un recorrido por la narrativa española como el que aquí propongo, pero que trazan desde él estimulantes líneas de fuga. Me refiero a Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, del ya mencionado Rafael Sánchez Ferlosio, admirable miscelánea de apuntes, solo unos pocos narrativos, y a Grandes Hits, de Guillem Martínez, una colección de crónicas periodísticas cuya voluntad de estilo y elaborada construcción del punto de vista –del yo, en este caso—supera con creces las de muchas novelas”.
“Estimulantes línea de fuga”, “voluntad de estilo”, “elaborada construcción del yo que supera con creces la de muchas novelas”. Quería comprobarlo.
Desconocía a Guillem Martínez, que era periodista, que publicaba en Ctxt, medio que ni leo ni frecuento, que escribía con tanta sensibilidad. Ahora no me pierdo ninguno de sus artículos, y eso que es hombre de resuelto izquierdismo. Sobre todo, no dejo pasar los que publica en Ctxt en su sección Los domingos, que es, además, el título bajo el que Anagrama ha reunido este magnífico florilegio de piezas bravas e iluminadoras, aunque me sincero: accedo a ellas vía Twitter o a través de su canal en Telegram: https://t.me/martinezpower.
¿Por dónde empezar? Por sus principios. Este libro destaca por la primera oración de sus artículos. Por el principio de sus artículos. Cuando lees por primera vez sus textos es lo que engancha, lo que te extraña. Hay literatura en esos comienzos: el impacto de la primera idea truena, casi, el primer enunciado agita. Ahí queda esculpida parte de la “voluntad de estilo” de Guillem Martínez. En ocasiones son cuatro, cinco palabras, pero cuatro o cinco palabras que te agarran y no te sueltan. Imposible dejar de leer. Y ya hasta el final. Es como la moneda que metes para echar una partida. No te puedes ir, tienes que acabar la partida. Ese primer enunciado es una tesis brillantísima, pero en interrogación. Te abre tantas posibilidades como sana y tersa esté tu imaginación. Es la vibración que desencadena una avalancha. Y mientras esta cae por la pendiente, te zarandea con argumentos, razones, vicisitudes personales, anécdotas de la calle, ejemplos y realidad cotidiana, mucha realidad y miseria social cotidiana. Si lees la primera frase ya no paras.
No sé si se me aceptaría la hipérbole, pero ¿y si digo que el resto del artículo es un complemento a ese primer enunciado? Algunos ejemplos. Y abro el libro al azar: “Versalles era un lugar inhóspito”. “La proporción áurea corresponde al número 1,618”. “Mi padre era indepe”. “Hace escasas semanas murió un amigo”. “Conversación con una mujer que, hace años, fue un hombre” (como Robert Millar, recordé cuando leí este comienzo, aunque el artículo va de prisiones). Más: “En la infancia me impactó Héctor, domador de caballos, el héroe de Ilión, mientras sentía cierto rechazo hacia Aquiles, el de los pies ligeros, una suerte de tramposo”. A mí también. “Es la primera vez que vengo a esta barbería”. “El esfenoide es un hueso enigmático”. “Las personas mayores acaban adquiriendo la calidad de un libro o de un disco”. La última: “Éramos, exactamente, 64 en clase”. Y así, hasta ciento quince o así. Ciento quince golosinas. Para hartarse. Y cada uno de estos comienzos con un “ y ahora, resuélveme”.
Guillem Martínez no te va a engañar. Y por ese motivo defiende un singular uso de la primera persona. Reconoce que es la única manera que tiene un escritor para no dar lugar a engaños. Su periodismo del yo es una fiesta, pero perturba; es muy turbador. Quitando algún guiño que otro, como que los Sex Pistols fue un grupo que nació para promocionar una boutique, los temas con los que escribe los artículos colman nuestra imaginación, por la densidad de lo social y por la belleza convulsa que revelan. Si hay algo que los caracteriza es el uso del misterio, la entrega a sorbos de datos, hechos y anécdotas. Termina escribiendo un sólido texto que, sin doble sentido, podemos denominar así, columna esculpida con un inigualable estilo y una inteligencia desbordante. No había leído un uso de la primera persona tan original como el que he encontrado en estas columnas: “no nos he vuelto a ver…”.
Dejo de escribir. Lo mejor que pueden hacer es comprar el libro y leerlo. Solo necesitarán cuatro horas y media, que es lo que aproximadamente he tardado yo. Y casi del tirón, a pesar de lo racheado que supone la lectura de un artículo tras otro artículo y así hasta ciento quince. Encontrarás una chula conexión entre la cultura mayúscula y la realidad del día a día, de la calle y del barrio, del país y de la guerra, de las putas y su madre, del fraude y de la barbarie, de lo imprevisto y lo humano, su padre, de la juventud, del sexo y la pasión, de lo útil y el poder, de la seda y de lo roto, del compromiso y cómo no, del comunismo y socialismo, pero hay costumbres, memoria, fidelidad y buenos días, así como zombis, soledad y un colofón de verdad. Hay miseria humana, pero vista desde una redentora perspectiva. Libro de relectura.
Guillem Martínez ha entrado en mi canon. Su “mirada sagaz” traduce bien la realidad a través de su extraordinaria escritura y una impecable y sabia interpretación.
Una guía para perplejos se lee en la contraportada del libro. Es verdad, aunque es más bien una guía para descubrir el puntazo literario y explosivo que ofrece la realidad todos los días, pero desde una óptica de portentoso periodismo de vida encarnado en él, en Guillem Martínez. ¡Enhorabuena!
MARTÍNEZ, Guillem (2021). Los domingos. Barcelona: Anagrama. 278 páginas. Tiempo de lectura invertido: 4 h 30’.
Los domingos, de Guillem Martínez
Comparto la addicción a Guillem, para mi siempre es un placer leerle